Hace mucho que no escribo en este blog. No fue algo planificado, pero comencé otra etapa de mi vida y simplemente sucedió.
Creí que en algún momento volvería a tener las ganas, la inspiración o el tema para seguirlo. Pero no fue así y no quiero irme sin antes despedirme de ustedes.

Por ahora, les digo adiós. Por ser un blog dedicado a las amigas, los dejo en compañía de AnaAlicia y Lady Baires 

Hasta siempre.
Amanda Stein

No me escribe. No me contesto más y no sé qué hacer. Hacía mucho que no nos veíamos, pero nos encontramos la otra vez y te juro que fue genial. Hacía mucho que no tenía una charla así con alguien, tan íntima y tan profunda. Bueno, yo. Él, no sé. Al principio creí que sí, me pidió que me quedara, me dijo que podíamos hacer un viaje juntos, pero después me escribió un par de mail y ahora hace un mes que no me contesta.

Ojo, no soy tan tonta como para preguntarme qué significa. Ya sé que si después de un mes mis mails siguen en su bandeja de entrada, los borró, los marcó como spam o tiene mi avatar atravesado con alfileres virtuales es porque no le interesa contactarme. Y eso me duele, y mucho. Pero lo que me desvela es saber qué pasó. No tengo idea de qué es lo que piensa. ¿Para él soy una de esos conocidos de los cuales uno dice: Fulana es muy buena onda, pero solo los recuerda de tanto en tanto? ¿Hubo algo que no le gustó? ¿Se acordó de que está casado o de novio? ¿Me odia?

Me muero por escribirle una vez más, para ver si  puedo averiguar algo. Pero, no sé… Si no contestó a mi primer mail ni a mi segundo mail, ¿por qué contestaría el tercero? Además, estoy enojada. Que se vaya a la mierda. Me corto la mano antes de volver a escribirle. Que se muera. Y si me escribe, no le voy a contestar.

Aunque por ahí… si le escribo preguntándole cómo anda (algo amable, pero impersonal) o si recibió mi mail (eso, seguro que sí, pero quizás sea una buena excusa)… Dios, ¿qué hago? Voy a tirar las monedas para ver que me aconseja el I Ching. Creo que eso habla muy bien de mí, de mi equilibrio, de mi paz interior. Es como que estoy buscando hacer las cosas bien. El I Ching nunca te aconseja que vayas a su casa, lo insultes y después te pongas a llorar.

Tiro las monedas seis veces y busco que hexagrama me toca. Casi salto al leer la primera frase:

No trate de intervenir ahora.

¡Sacá la mano del teclado!, me ordena el I Ching. Sigo leyendo:

 Una persecución obstinada provocaría desgracias. Un esfuerzo continuo acaba por minar nuestros intereses. No es prudente cargar repetidas veces contra una puerta cerrada. Retírese a meditar y acepte tanto las dificultades como las bendiciones que le proporciona el día.

Ajá, supongo que tres mail seguidos encuadrarían dentro de persecución obstinada . Y más adelante:

No se trata de que aguarde en un estado de anhelo desesperado, sino en un estado de paciente fuerza interior.

Si lo pudiera hacer sería maravilloso, pero temo que es demasiado chino para mí. Pero como conclusión, es indudable que al I Ching le parece una pésima idea de que le mande un mail. Creo que en esto acertó plenamente. Además, si me llegara a contestar no me va a decir «cambié de idea sobre vos» o «nunca me gustaste». En el mejor de los casos, la respuesta sería «estuve muy ocupado», «recién lo veo, no sé porque el correo lo mandó a spam» o algo así. Probablemente pueda completar el concepto con un gran frase de mi querida y occidental amiga Ana:

Si no querés que te mientan, no preguntes.

 

Solo espero tener la fuerza para aplicarlo.

– Leí tu perfil en Match y me gustó mucho… el nick, lo que escribiste…
– Sí, por fin me decidí a empezar. Te lo mandé para que vieras si estaba bien.
– La verdad que sí, pero ¿sabés qué? Yo sacaría eso de «busco una relación sin compromisos».
– Pero es que yo no quiero compromisos. Mis hijos son chicos, no tendría tiempo para dedicarle a una pareja full time…
– Claro, pero «sin compromiso» es la opción por default. No es necesario ponerla. Imaginate que si cuando escribís «busco una relación estable para el resto de mi vida» te buscan para un polvo de una noche. Si escribís que no querés compromisos, no me quiero imaginar…

De repente, María suspira y me dice:

– ¿No es horrible cuando un tipo que te gusta te deja de escribir y un día encontrás un email suyo,te ilusionás y cuando lo abrís, resulta que te mandó una cadena de «averiguá quién te borró del MSN» o algo así?

– Francamente deprimente.

Ya me dolía la oreja. Tampoco era extraño, después de tanta charla telefónica. Se hizo un silencio y a continuación, Irina dijo:

– Facebook es raro…
– ¿Raro? ¿En qué sentido?
– Te cuento lo que me pasó: vos sabés que me peleé con Martín, porque descubrí que había estado viendo a otra mina. Nosotros cortamos completamente, pero a mí me quedó la curiosidad de saber si ellos seguían juntos. Martín le había dado de baja a su Facebook hacía un tiempo. En ese momento me dijo algo así como que no estaba de acuerdo con la política de privacidad de Facebook, pero después me di cuenta, de que el tema era que no nos podía tener a las dos ahí. ¡Mirá si le escribíamos «Hola, mi amor» en el muro al mismo tiempo!
– Jaja, se lo hubiera tenido merecido. Pero no es tan boludo…

– Obvio. Por eso, como él ya no tiene Facebook, la ubiqué a ella. Pensé que, con un poco de suerte, podía ser uno de esos nabos que configuran la privacidad para el culo y me iba a poder enterar en qué andaban.
– ¿Y? ¿Pudiste entrar al muro?
– No, lo tenía bien configurado. Lo único que pude leer fue que es mujer. Y eso ya lo sabía. Ahí pensé: ¿Aceptará desconocidos en Facebook? Por ahí, sí. Vi que tenía casi trescientos amigos. Ella trabaja en una agencia de publicidad y probablemente muchos sean contactos profesionales. Decidí probar. Creé un perfil con un nombre falso, no puse foto, escribí «Primer día en Facebook» en mi muro y le mandé una invitación.

-¿Y te aceptó?
– Estuvo sin contestarme por casi un mes. Para ese entonces, ya me había arrepentido de la pendejada que había hecho y había decidido que era la forma que tenía el destino de decirme que me olvidara de Martín y que siguiera con mi vida. Y ahí fue cuando me aceptó como amiga y me mandó un mensaje preguntándome si trabajaba en no sé cuál agencia de publicidad.

– ¿Qué le contestaste?
– Nada, tenía miedo de meter la pata. Aproveché para leerme todo su Facebook, ver que siguen juntos y se fueron a pasar un fin de semana a Colonia. En realidad, estaba esperando que eliminara en cualquier momento, pero pasó el tiempo y seguíamos siendo «amigas».
– Seguramente, entre tantos contactos se olvidó de vos.

– Supongo. El tema es que me acostumbré a entrar de tanto en tanto para ver cómo siguen las cosas. Ella no escribe mucho sobre Martín. Es un Face más bien para el trabajo, pero siguen juntos. Un día me puse a ver mi perfil y me di cuenta de que algún día se le daba por mirarlo, me iba a eliminar en el acto. Era un perfil sin foto, nunca escribí nada, salvo eso de «mi primer día en Facebook» y lo peor: mi única amiga era ella.
– Muy sospechoso…
– Claro, así que decidí que necesitaba agregar nuevos amigos para darle un poco más de credibilidad. Pero, ¿a quién invitar? ¿Quién iba a aceptar a una perfecta desconocida?… Pensé unos días hasta que me di cuenta de lo fácil que era. Empecé a invitar bloggers.
– Justo lo que te  iba a decir…
– Y así me hice de diez o doce «amigos», lo cual está muy bien para alguien que se supone que abrió un perfil en Facebook, pero casi nunca lo usa. De paso, para no resaltar tanto entre sus amigos por no tener foto, ahí puse un dibujo de Mafalda. No quise subir la foto de otra. Mirá si la ve y se da cuenta de que no conoce a esa mujer…

– ¿Y funcionó? ¿ Siguen siendo «amigas»?
– Por supuesto. Pero lo raro es lo que pasó después. No sé porqué, empezó a agregarme gente real. Me imagino que me sacaron de las sugerencias, pero ¿para qué invitar a una desconocida, cuya foto es un personaje de historieta y que nunca escribe nada? Pero ahora tengo un perfil divino con un montón de amigos 🙂

– Tenés razón. Es raro Facebook…

Sábado a la tarde en Nucha. Mucha gente. Muchas cosas ricas sobre la mesa donde Sandra y yo charlamos.

– ¿Y? ¿Seguís estando en Match?, le pregunto, mientras intento decidir entre un brownie y una tarteleta de frutilla.
– Estar, estoy. Pero me venció la suscripción y no volví a pagar. Estoy con tan pocas ganas, que no creo que valga la pena.
– Y… sí. Para entrar de vez en cuando, ¿para qué vas a pagar? A mí me pasa lo mismo.
– Claro, una cosa es cuando estás entusiasmada y lo usas todo el tiempo. Pero ahora estoy tan cansada de citas que no llevan a nada, que solo me encontraría con alguien si realmente me interesa.
– Por supuesto. Basta de citas «a ver qué pasa».

– Entonces, como ahora no puedo contestar mensajes, lo que hice fue poner algo así como «me encontrás con mi usuario donde estamos todos», como para que, si alguno le interesa mi perfil, sepa que me puede escribir o agregarme al MSN con mi nombre de usuario en Match + hotmail.
– ¿Y te escribieron?
– Algunos.
– ¿Algo interesante?
– No. Mirá el último, dice Sandra mientras abre su netbook.

Hola, te escribo porque vi tu perfil y me gustó.
Para ver el mío, buscame como Luigi.
De todos modos te cuento, soy profesional y trabajo en forma independiente. Estoy terminando el desagradable camino de la separación, tengo dos hijos y vivo en Belgrano. Una aclaración, en tu perfil de búsqueda pedís 42 a 52. Yo tengo 58, pero creeme, mi presencia te mostrará mucho menos y vas a sentirlo así…

– Después sigue con bla, bla, bla, me encantaría conocerte y todo eso.

– ¿Qué tienen algunos que creen que los demás envejecen, pero ellos no? Además de una falta total de autocrítica, por supuesto. En mi perfil dice muy claro que busco una relación estable con alguien de más o menos mi edad y me escribe éste.  Casi quince años mayor que yo, en medio del quilombo de la separación. Me imagino que, recién separado, piensa Living la vida loca, mientras habla pestes de su ex y jura que nadie lo vuelve a «cazar».  Por eso te digo, menos mal que no pagué la suscripción.

– Totalmente.

El teléfono sigue sonando, pero no lo puedo encontrar. Trato de seguir el rastro sonoro mientras me pregunto dónde lo habrá dejado Juli. Finalmente lo rescato debajo de una pila de ropa que está en el piso. Atiendo apurada sin mirar el ID, pero la voz de Caro es inconfundible:

– ¿Amanda? ¡No sabés lo que me pasó!
– Hola, Caro. ¿Qué te pasó?
– ¿Viste que vos no me quisiste acompañar? No te lo digo para que te sientas mal…
– ¿Adónde? ¿A la charla en Eterna Cadencia? No es que no te quise acompañar. Me hubiera gustado ir, pero justo ese día se había armado una reunión de bloggers. No me iba a perder la oportunidad de conocer a Vir, a Ana, a Verónica, a Marcelo, a Vesper, a Hierba… Además, ¿qué tiene que ver?

– Como vos te fuiste a esa reunión, fui sola a la librería. Llegué temprano. Bueno, en realidad ya era la hora, pero nunca empiezan puntual. La charla se hacía en el bar, pero no quería esperar sola en una mesa, así que me quedé por ahí mirando libros y haciendo tiempo. Cuando me pareció que ya estaba empezando, me fui para el bar. Ya estaba en la puerta, a punto de entrar, ¡y no sabés a quien veo!  ¡A Marcelo, mi último ex!
– ¿Y él te vio?
– ¡Claro que me vio! Me quedé en la puerta, nos miramos y mi cuerpo dio media vuelta y empezó a caminar hacia la salida con las pulsaciones a doscientos. Cuando llegué a la calle, tuve la loca fantasía de que me iba a seguir para preguntarme porqué había huído de esa manera. Pero más vale que se quedó sentado en el bar. Mientras pensaba que quizás me esté pasando con la dosis de de comedias románticas, paré un taxi y me volví a casa.

– Pero, ¿no daba para que lo saludaras y te sentaras en otro lado?
– No. Terminamos mal. Ni siquiera tuvimos una última charla para decirnos no sos vos, soy yo o quisiera que sigamos siendo amigos. Yo sabía que la pregunta era delicada, pero no pensé que íbamos a terminar así.
– ¿Qué pregunta?

– Le pregunté porqué seguía entrando en Match. Digo, se suponía que estábamos saliendo. ¿No podía parar de ver a otras un par de semanas hasta ver que pasaba conmigo? Yo había entendido que él quería lo mismo que yo, una relación exclusiva, pero después empecé a dudar. En todo caso, si la onda era que mientras tanto cada uno hacía lo que quería, yo tenía que saberlo. Así que la próxima vez que me llamó, charlamos un rato, quedamos en vernos al día siguiente y después se lo pregunté.

– ¿Y qué te contestó?
– En realidad, nada. ¡Y mirá que había respuestas para darme! Que le seguían mandando mensajes y le daba curiosidad saber quién era o que a veces se logueaba automáticamente sin darse cuenta. Hasta me podía haber planteado que hasta que no nos conociéramos más, cada uno quedaba en libertad de seguir viendo a otra gente. Pero no me contestó nada. Se enojó mucho, muchísimo y me empezó a gritar que estaba HARTO de las minas celosas, posesivas, invasivas y paranoicas. Que su ex era así, una enferma que lo perseguía y qué sé yo. Al principio, pensé que no había entendido y traté de explicarle que solo se lo preguntaba a título informativo, que él podía hacer lo que quisiera, pero que para mí era importante saberlo… Pero no escuchaba y siguió gritando hasta que en un momento me dijo:  Nos vemos y me colgó. 

Nunca más supe de él.  Consideré la idea de que estuviera muerto o amnésico, pero ahora que lo vi comprobé que goza de excelente salud. Pero no daba para acercarme y decirle: Hola, qué tal. ¿Todo bien?  Cuando nos vimos, mi parte más instintiva se encontró ante el dilema de luchar o huir. Y optó por la huida…

No siempre los ex llaman en el peor momento. ¿O será que convierten ese momento en el peor?  Dejo abierto el tema para el debate…

Como decía, no siempre una maldice escuchar su voz en el teléfono. A veces, llaman justo cuando una, en un ataque de mujer polifacética, estaba intentando agregar aceite al auto. (Previo medirlo y determinar que el nivel estaba bajo, clap, clap, clap, gracias por los aplausos…).  Lamentablemente, tan ambiciosa empresa corría riesgo de cancelación por una duda fundamental: ¿Por dónde se mete el aceite? ¿Por el mismo agujerito por donde está la varilla?

Intenté por ahí, pero era demasiado chico y rebalsaba enseguida. Justo en ese momento, sonó el teléfono. ¿Saben quién era? Mi ex, el fanático de los autos. El que me hablaba todo el tiempo de autos, el mismo al que le pareció una gran idea tunear mi auto con unas calcomanías horribles, que nunca pude terminar de sacar. Justo él.

– Hola, quiero agregarle aceite al auto y no sé por dónde. ¿Lo pongo por donde está la varilla?
– Nooooo, va en un depósito con una tapa amarilla que está arriba del motor. No te confundas con la tapa del agua (¡Claro que no! La del agua, sí sé cuál es. ¿Acaso me cree idiota?) ni con la del líquido hidráulico (Mirá vos… ¿los autos tienen algo hidráulico?)
– Gracias, gracias…

Con el instructivo, volví a mirar y descubrí una tapa amarilla con el dibujo de una aceitera.

Y lo hice.

Laura se asoma por la puerta que une nuestros consultorios.
– ¿Traigo el café? -me pregunta.
– Dale.

Al principio fue algo ocasional, pero el café de media mañana terminó siendo un ritual y una excusa para charlar un rato. De repente me acuerdo y le pregunto:
– ¿Fuiste al speed dating?
–  Sí, el miércoles.
– ¿Y?
– Bien, estuvo divertido. Además, me la encontré a Marina Vásquez. ¿Te acordás? Es esa médica con la que hablamos la última vez. Parece que ya soy habitué, voy y me encuentro con conocidos 🙂 Bueno, fui, tuve las diez citas, hablé con montón y me divertí bastante…

– ¿Y había alguno interesante?
– No, la verdad es que no tengo ganas de volver a ver a ninguno. Encima, ¿viste que te dicen que, no importa la cantidad de veces que vayas, nunca te vuelven a poner con alguien que ya viste?
– Uy, sí. Te lo repiten todo el tiempo…
– Bueno, es mentira. De las diez citas que tuve, a dos ya los había conocido. Con el primero, nada. Los dos pusimos buena cara y la remontamos como pudimos, riéndonos y diciendo: «Ay, el destino nos da una nueva oportunidad». Por supuesto, los dos sabíamos que, a menos que se volvieran a equivocar y nos juntaran otra vez en una reunión, nunca más nos volvíamos a ver.

– Pero el otro… apenas se me acercó le dije: «Nosotros ya nos conocemos». Me acordaba muy bien de él. La primera vez que nos vimos, me estuvo diciendo lo feliz y sorpendido que estaba de haber conocido alguien como yo, tan interesante. Se despidió con un «me encantó hablar con vos y espero que nos podamos seguir viendo». A mí, él me había gustado, pero cuando un par de días después publicaron las coincidencias, vi que había puesto que no me quería volver a ver.

– La verdad es que no los entiendo ¿por qué tanto verso gratuito? Si no te piensan ver más, ¿para qué te dicen todo eso? ¿No les alcanza decir «encantado de haberte conocido» o «nos vemos»?
– No tengo idea, pero en el momento me enojó bastante. No que yo no le haya interesado, contra eso… ¿qué vas a hacer? Pero sí que me haya ilusionado al pedo, cuando ya tenía decidido que no me volvía a ver.

– El tema es que, por esas sorpresas de la vida (y la mala organización del evento) estábamos sentados frente a frente, obligados a compartir otra vez ocho minutos de nuestras vidas. Él también se acordaba de mí, pero me di cuenta de que no tenía idea de que me había puesto aquella vez, «amistad», «sin coincidencia» o qué. Lo más divertido fue que se puso a hablar de lo importante que es mantener la honestidad y la reciprocidad en las relaciones. Me decía cosas como «en las relaciones hay que dar y recibir» o «la sinceridad es la base de la buena comunicación».  Una sarta de frases hechas. Pasé los primeros minutos tentada con la idea de contestarle: «Disculpame, ¿vos no te acordás de lo que me dijiste la otra vez, no? ¿Me estás jodiendo o qué?».

-Pero después, pensé que no me quedaba otra que pasar ocho minutos con él y no quería pasarlos discutiendo. Además, ¿discutiendo qué? ¿Qué le iba a decir? Me mentiste, me engañaste… ;-). Así que opté por dejarlo hablar. Hasta conseguí mantener mi semisonrisa cuando me dijo: «Porque me doy cuenta de que sos especial, de buena madera». Jaja, te juro, Amanda que lo único que había dicho era claro, ajá y creo que algún ¿en serio?

– Por suerte, sonó la campanita y nos despedimos. Tuve la satisfacción de ponerle «sin coincidencia».
– ¿Y él que te puso?
– «Amistad». Se ve que le gustan las mujeres calladas 😉

Amy, dulce criatura, parece que seguís con la costumbre de revisarle la PC a Pablo y a dirigir tus dudas a mí, cual si yo fuera una versión personalizada de Yahoo respuestas. Esta vez mi consejo es que te sientes a esperar mi contestación tranquiliiita, en un lugar cómodo y con algo interesante para hacer. Podría llegar a pasar toda una vida mientras tanto.
Me siento muy bien ignorándola :-). Decido mandar el mail a la papelera y dar el asunto por terminado, cuando veo que hay un segundo mensaje. ¿Pero… qué más quiere?

Amanda:
I have decided I do not need to know.
I am sorry I bothered you. Thank you and good luck with everything!
Amy

Amanda:
Decidí que no necesito saberlo.
Lamento haberte molestado. Gracias y suerte.
Amy

Ahora no sé que hacer. Si no le contesto, va a pensar que sus deseos son órdenes para mí y la idea me molesta. Por otra parte, si le respondo que no quiero saber nada más de ellos y que no me escriba más, ¿no es seguir metida en lo mismo? Supongo que lo mejor sería ignorarla de acá en adelante. Seguramente si yo fuera Realmente Piola y Superada sería lo mejor, pero me da bronca que se considere con derecho a preguntarme, después a decirme que no… como si yo fuera su amiguita del alma.

Le contesto / No le contesto…
Le contesto / No le contesto…
Le contesto / No le contesto…
Le contesto / No le contesto…
Le contesto / No le contesto…
Le contesto / No le contesto…

Tratando de decidirme, vuelvo a abrir el primer mail para leerlo con más atención. De repente, entiendo todo. Al pie del mensaje viene un archivo adjunto, que no había visto la primera vez. Ahí estaba el archivo del que me hablaba todo el tiempo. Al final, Amy no estaba loca. Corrijo, no estaba TAN loca.

Abro el pdf para ver de qué se trata y … OHHHHHHHHHH. Como me dijo, es un cómic. No sé si japonés o qué, porque los diálogos están en inglés. De todos modos, no me detengo a leerlos. No son necesarios para entender todas las imágenes de dos hombres, haciendo «cositas» entre ellos… muy pornográficas, extremadamente explícitas y muy impactantes cuando se abren sin previo aviso.

No tengo nada en contra de la pornografía, pero siempre que sea la que yo elijo y cuando yo quiero. En este momento, me desagrada profundamente la profusión de fellatios, eyaculaciones y onomatopeyas de coito anal que se despliegan en mi monitor. Amy, esta vez te pasaste.

Amy:
No deseo mantener ningún tipo de contacto con ustedes.
Te agradecería que no vuelvas a escribirme, ni en tu nombre ni en el de Pablo.
Amanda Stein

Después de mandar el mail, me empiezo a reir. Por experiencia propia, sé que Pablo tiene cara de cemento, ¡qué digo, de diamante!, pero no puedo creer que alguien pueda sostener que ESE cómic porno gay lo bajó para hacer un análisis intelectual de la literatura japonesa. Cuando más lo pienso más gracia me causa. Me resulta irresistiblemente cómico pensar en Pablo diciéndole: «Honey, solo lo bajé para conversar con Amanda sobre estilos literarios» Y encima a Amy, dudando…

Aprovecho para aclarar algo que ya supondrán. Pablo jamás me mostró ese cómic y si lo hubiera hecho con la más mínima pretensión intelectual, me hubiera muerto de risa. Digamos que no hay mucho para analizar. Todo el contenido está a la vista 😛

Cuando vuelvo a conectarme, ¡otro mail de Amy!

Asunto: Apology
I am very sorry I contacted you Amanda. Please forgive me, I have not been well.
I wish you the best.
Amy

Asunto: Disculpas
Amanda, te pido disculpas por haberte contactado. Por favor, perdoname. No estuvo bien de mi parte.
Te deseo lo mejor.
Amy

¡Por favor! ¿Entendió lo que le dije? No quiero que me escriba más, ni para disculparse, ni para nada. Bueno, probablemente sea de las mías ;-), las que no soportamos no quedarnos con la última palabra.

Porque quiero creer que estas van a ser sus últimas palabras.